Los retazos y las escrituras no se pueden copiar ni usar sin autorización

ALUMBRANDO

La escritura urgente, en este caso y por lo general, no es buena consejera. Uno se percata que su esfuerzo en idear relatos se tergiversa cuando se cuelan historias y personajes que ni de lejos soñaba ni pensaba que aparecieran originariamente.

Que se cuelen personajes no debería ser tan insólito en tanto en cuanto que la manera que uno visualiza un relato posiblemente no funciona, se paraliza la escritura, no se escribe incluso. Algo similar ha sucedido con el personaje de la niña de suburbio que ha reivindicado el derecho a protagonizar su historia cuando ésta fue concebida que la narrase un protagonista ajeno a ella, relacionado con la sanidad. Más extraño e insólito es que suceda que se cuele una historia, y uno se pregunta ¿qué pinta aquí esto tan ajeno? y contestar a ello es más complejo que lo anterior pero siempre hay una razón, muy productiva, generadora de otros relatos. Así sucede con la nominal Gloria socialmente mejor acomodada que la niña de suburbio, a pesar que Gloria y la niña de suburbio sea un mismo personaje; o con Annette, la paridora obsoleta, con su trasnochada anécdota que hacía dudar si formaba parte de Disciplinada Medea o no; la respuesta sería un sí rotundo porque ha sido el punto de inflexión de un correlato que no despegaba, que no se sabía cómo abordar y materializar como es el que trata del lucrativo –y digamos también despiadado- mercadeo en torno la esterilidad.

Si admitimos que las coincidencias no existen, y si se pudiera averiguar y descifrar determinadas claves al respecto, sería mediante el transcurso del tiempo donde poder vislumbrar el qué. Por ello, un proyecto de escritura no se puede sujetar a urgencia creativa alguna, se pierde una perspectiva valiosa que el escritor no debiera desdeñar. COMPARTIR:
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BIOETHICAL GENETIC COMPANY

-Señor, ha llegado la paridora número 2806.
-Hágala esperar en la sala y éntreme su expediente.

-Buenos días señor.
-Buenos días Annette, tome asiento por favor. Veamos su expediente. Entró en Bioethical Genetic Company a los nueve años, ahora ha cumplido los setenta, con un total de sesenta y un embarazos, cincuenta y dos de los cuales han prosperado. Desde luego su expediente es impecable, usted habrá hecho muy felices a muchas familias.
-Eso creo, señor.
-Sinceramente creo que debe de ser una gran satisfacción para usted ser vientre de alquiler tan prolífico y saludable.
-No lo dude, señor.
-Como sabrá, a su edad, y lamentándolo mucho, ha llegado el momento de rescindir el contrato que tiene usted suscrito con Bioethical Genetic Company.
-Sí señor…
-Pero no se preocupe, Bioethical Genetic Company es como una gran familia que vela por el confort de sus paridoras y, llegado el momento, por su futuro: una pensión vitalicia que le asegurará su bienestar y una casa donde alojarse cuando marche de nuestras instalaciones.
-Muchas gracias señor.
-Veamos la lista de casas disponibles ahora, así mi secretaria podrá preparar su viaje y acomodo: Cidones en España y Vévey en Suiza, son las dos únicas libres... ¿Qué le parece? ¿cúal prefiere?
-No sé, quizás Suiza, he visto fotografías…, sí, Suiza.
-Estupendo, buena elección Annette. Como debe saber, también le corresponde un premio extraordinario por haber parido más de cincuenta hijos.
-Eso tengo entendido, señor.
-Ahora mismo lo anoto en su expediente. Bueno Annette, ha llegado el momento de despedirse y creo que no hace falta que le recuerde la cláusula de confidencialidad que firmó con Bioethical Genetic Company. ¿Tiene alguna duda? ¿quiere consultar algo?
-No, no señor.
-Perfecto, que todo vaya muy bien Annette y muchas gracias por su servicio.
-De nada señor, adiós.
-Adiós y suerte.

-Señor, ¿el expediente de la paridora número 2806?
-Sí, ahí tiene, prepárele una estancia en Vévey de tres meses y uno más del premio extraordinario, antes del proceso de eliminación. No olvide de clasificarla y de poner en el expediente el sello de paridora obsoleta.
-Sí, señor. COMPARTIR:
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MATERNIDADES

ONCE HIJOS (fragmento)
Franz Kafka


Es como alguien que pega un salto digno de admiración, surca el aire como una golondrina, pero luego acaba miserablemente hundido en el polvo, una nada. Tales pensamientos me amargan la visión de este hijo. COMPARTIR:
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ANHELO DE RITO DE UNA NIÑA DE SUBURBIO

Durante la niñez y siendo cría de suburbio por asfaltar, rodeado de descampados, vertedero y escombrera a la vez, pasto de ratas como liebres, ir a pasear y merendar al cementerio era como ir a un jardín, o al parque, como mínimo era lo más parecido a él, con sus pasillos de gravilla donde las pisadas sonaban sosiego, las flores, las estatuas, los árboles frondosos, la pacificación inexistente extramuros del cementerio. En la actualidad ese cementerio alberga los comensales ausentes de su almuerzo navideño, menos uno.

El tramo de las Ramblas que elude y circunvala y los jardines de la maternidad de Les Corts están íntimamente relacionados, impensables el uno sin el otro. Dos manchitas de sangre en las Ramblas anunciaron agoreras lo que desoladamente lloró en los jardines de la maternidad. La gestación había cesado, el embrión de doce semanas no prosperaba y había renunciado a cualquier actividad cardiaca, pero éste se aferraba numantino en la matriz, vano intento si ansiaba que le insuflase de nuevo vida, éste esperó dos días más, se mantuvo firme a pesar del gota a gota y la medicación que debía facilitar y precipitar su desprendimiento uterino. Fue abrigado hasta el quirófano donde claudicó con un chof.

Al mortinato, si la gestación ha superado las veintidós semanas, se le otorga certificado de defunción y exequias, pero desde la concepción hasta esa semana fronteriza los embriones malogrados son procesados como residuos sanitarios. Así, la niña de suburbio por asfaltar se consuela que su deseado y perdido hijo no está solo, está muy, pero que muy bien acompañado por apéndices, tumores y callosidades anónimas. COMPARTIR:
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ALUMBRANDO

No te sonrías gata vieja, la tontorrona muchacha de diecisiete años que comía almendritas en el regazo de José las veladas de domingo por la tarde en el pub de un pueblo cercano a Calaceite, entre amigos, conversación, risas y copichuelas, ignoraba que José era José Donoso, el escritor –aunque sí sabía que el entrañable José escribía-. ¿Sonríes aún? Sí. ¿A ver quién puede decir, sino yo, que comía almendritas en el regazo de José Donoso?

Digerí las almendritas y me contaminé con la escritura. COMPARTIR:
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CONCIBIENDO A JESÚS

"¿Qué pasa? No pasa nada, como le respondió la virgen al carpintero cuando éste le preguntó por qué se abultaba su vientre."
Amos Oz

Una estancia sobria y pulcra. A la izquierda un ventanuco que filtra los rayos de un mediodía del mes de marzo, cerca de la ventana una muchacha borda con hilo de plata. En el centro una mesa rústica y dos banquetas, y a la derecha un hogar apagado y una puerta.

ESPÍRITU SANTO (entrando por el hogar): Ave María.
MARÍA (sobresaltada): Sin pecado concebida. ¿Quién eres?
ESPÍRITU SANTO: El Espíritu Santo y vengo a anunciarte una gran alegría.
MARÍA: Tendrás que volver más tarde, estoy esperando al arcángel San Gabriel.
ESPÍRITU SANTO: No vendrá, vengo yo en su lugar a anunciarte un mandato divino.
MARÍA: Si es así, siéntate. ¿Qué se te ofrece? ¿una jarra de vino y unas aceitunas?
ESPÍRITU SANTO: Sí, me vendría bien, estoy algo nervioso…

María desaparece por la única puerta y vuelve a aparecer con dos jarritas de barro y un platillo de aceitunas muertas.

ESPÍRITU SANTO: Gracias María, estás bordando...
MARÍA: Sí, pero preferiría que fueras al grano, tengo mucho quehacer todavía.
ESPÍRITU SANTO: Sí, sí, claro, disculpa. He de anunciarte que serás la madre del Mesías por obra y gracia del Señor.
MARÍA: Oh ¿y eso por qué? ¿por qué tan alto honor?
ESPÍRITU SANTO: Por tu pureza, virginalidad y belleza de alma.
MARÍA: Me preocupan dos cosas...
ESPÍRITU SANTO: Manifiesta tus cuitas, María.
MARÍA: Estoy prometida a José, el carpintero del pueblo, que es un hombre de bien y manso pero también bravo y eso que me embarace de otro… no sé… ¿le podrías escribir una misiva del mandato divino? Y la segunda cosa es ¿cómo lo haríamos? porque la madre de Dios, tengo entendido que ha de ser virgen.
ESPÍRITU SANTO (carraspea): ¿No lo eres?
MARÍA: ¿Ser qué?
ESPÍRITU SANTO: Ya sabes, virgen…
MARÍA: Espíritu Santo, tu duda ofende. Me refería en cómo se haría la concepción sin perder la virginidad.
ESPÍRITU SANTO (gesto de alivio): Me alegra oirte. A por el cómo, el Señor me ha dado un manual de instrucciones… (Se sonroja).
MARÍA: Me parece bien, pero no has contestado sobre la misiva a José…
ESPÍRITU SANTO: Lo consultaré, no te preocupes, que aún hay unos cuatro meses para escribir la misiva.
MARÍA: Bien, ¿y ahora qué? ¿Llevará mucho tiempo?
ESPÍRITU SANTO (yugular hinchada): Espera, miraré qué dice el manual. (Lee en voz alta) “Uno. Se desnudan ambos y se acuestan uno al lado del otro. Dos. El varón tiene una protuberancia que ha de introducir en un orificio de la hembra.”
MARÍA: ¿Eso es todo lo que hay que hacer?
ESPÍRITU SANTO: Sí, aquí no dice nada más… (Tartamudeando) ¿Y si nos vamos desnudando…?
MARÍA: Espera, vayamos a la otra estancia, aquí podría entrar alguien…

En la otra estancia hay un camastro rudimentario, el habitáculo está en penumbra, es un lugar fresco y limpio. Al lado del camastro hay una mesilla con una vela. Los protagonistas están desnudos frente a frente inspeccionándose y señalándose diferentes partes del cuerpo.

ESPÍRITU SANTO: María ¿tú sabes qué orificio es...? he contado once.
MARÍA: No sé muy bien, no. Y tú, ¿la protuberancia? tienes veinticuatro.
ESPÍRITU SANTO: ¿Tantas?
MARÍA: Sí, pero no tienes tres que tiene José.
ESPÍRITU SANTO: ¿…?
MARÍA: Sí, hombre, José tiene en la entrepierna tres, dos que son como huevillos de gallina quica y en medio un dedito que crece y crece…
ESPÍRITU SANTO: María, me habías dicho que eras virgen y que no conocías carnalmente varón alguno…
MARÍA (enojada): ¡Y lo soy! José es un hombre muy cariñoso y me acaricia y yo le acaricio a él, y ¡muy castamente! sólo le acaricio con las manos y la boca.
ESPÍRITU SANTO: Disculpa, no quería ofender… sí, ya veo que eres virgen. Vamos tontina, que no hay para ponerse así, podemos ir probando protuberancia por orificio… en las instrucciones no se especifica más…
MARÍA: Todo sea por el mandato divino y la posteridad. ¿Por cuáles empezamos?

Hacen diversas probaturas: nariz en el ojo derecho, pulgar en la oreja derecha, meñique del pié por la oreja izquierda, oreja derecha en el ombligo, pulgar del pié en la boca…

ESPÍRITU SANTO: ¿Notas algo? ¿Te sientes embarazada ya?
MARÍA: No, nada. ¿Estás seguro que lo hacemos bien?
ESPÍRITU SANTO: No. Quizás es mejor que lo consulte. Espera aquí que ahora regreso.

El Espíritu Santo sale de la estancia y al cabo de unos minutos regresa con una expresión feliz.

ESPÍRITU SANTO: ¡Eureka! ¡viva Arquímedes! ¡viva el Señor! y ¡viva la madre que me parió!
MARÍA: Vienes contento, Espiri, si me permites la familiaridad...
ESPÍRITU SANTO: Sí, se han reunido las divinidades celestiales y después de dilucidar el caso me han dado esto (muestra una medalla de oro), la mejor solución para que no se polemice sobre mácula alguna.
MARÍA: ¿Un regalo para mí?
ESPÍRITU SANTO: No María, como sois las mujeres de materialistas… En la medallita hay una señora con un bebé, el bebé es Jesús. Me han dicho que has de tragarte la medallita y así el niño ya estará dentro.
MARÍA: ¿Y qué pasa con la señora? porque también quedará dentro.
ESPÍRITU SANTO: Me gusta que hagas esa pregunta, la he previsto, y me han contestado que tendrás que esperar hasta el Concilio del Vaticano II para que la señora ascienda oficialmente a los cielos.
MARÍA: ¿¡Me estás diciendo que llevaré a la mujer de la medalla durante mil novecientos sesenta y seis años dentro!?
ESPÍRITU SANTO (signos de inquietud): Sí, más o menos. COMPARTIR:
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MATERNIDADES

PAISAJE SOBRE CERO
Bei-Dao, sobrenombre de Jen-Gai Zao (Paisaje sobre cero, 1949)

Es halcón enseñando a nadar a la canción
es canción rastreando el primer viento
intercambiamos fragmentos de gozo
que atraviesan la familia desde diversas direcciones
es un Padre que reafirma la oscuridad
es la oscuridad que lleva hacia la luz de los antiguos
una puerta de gimiente oscilación se cierra
ecos persiguen su llanto
es una pluma que florece en vana esperanza
un brote resistiendo la ruta inevitable
un fulgor de amor que despierta para
encender un paisaje sobre cero. COMPARTIR:
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MICRO-RELATO ESTÉRIL

-¿Me abandonarás?
-No ¿por qué?
-Por mi azoospermia, contestó el micro-relato. COMPARTIR:
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MATERNIDADES

Antonio Carvajal

Cerró su casa al mundo. Nadie, nada.
¡Qué súbita la paz! Cerróse el cielo.
Durmió. Soñó. Ni un grito, ni un anhelo:
más firme ya la paz, y más cerrada.
Todo noche del mundo, y tan lograda
felicidad de ausencia sin desvelo.
Ni flor ardiente o ruiseñor con celo
consintió en su tiniebla sosegada.
Y ante sus ojos ya no hubo más día
y no hubo ya ni penas ni murmullo.
Durmió. Y se soñó, infinitamente.
Pero el mundo, sin sueño, proseguía
y, hasta una vez fugaz e indiferente,
pasó junto a un cadáver. Y era el suyo. COMPARTIR:
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ALUMBRANDO

Cuan inquietante es el lenguaje del silencio. Su destinatario encuentra en él la máxima expresión de libertad interpretativa, un vértigo de posibles lecturas, un desencuentro de códigos. Sin lugar a dudas es el lenguaje más paradójico, sin comunicar comunica, ni que sea negación. Tal vez sea esta la penúltima razón por la cual se escribe. La última se descubre allende de la razón. COMPARTIR:
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ALIAS LA COCINERA

Cinco minutos, por favor, solo cinco. Poder sentarme unos segundos en el sofá y apoyar en lo alto las piernas. Cinco minutos para mí. Una bañera a rebosar de pompas jabonosas y con una mascarilla en la cara. Tan solo cinco. Me conformo con poco. Ya hace tiempo que renuncié a salir a hacer el café con las amigas, o ir al cine atracándome de palomitas, o a pasear a orillas del puerto. Cinco, y si vienen cinco mas de regalo, mejor. Cerraría los ojos. Me conformo con cinco. Qué débil sustituto del buen sexo, al cual renuncié desde hace tiempo, cuando los encuentros sexuales tenían además el aliciente de la clandestinidad. Ahora dos culaditas, gemidito, retirada y ronquidos. Bien mirado, está bien que sea visto y no visto, porque para hacer el papel de muñeca de látex no es necesario que se eternice. Lo malo es luego, esta muñeca de látex continua limpiando, cocinando... y no se guarda en una caja dentro del armario, si fuera así dispondría de esos cinco malditos minutos.

Cinco minutos que no tengo desde que nació Mario. Eso sí, un dolor de piernas permanente, los primeros signos de varices, y ni qué decir de las tetas caídas y la celulitis y las estrías en el abdomen.

Dicen que los niños traen un pan bajo el brazo, Mario vino defectuoso de fábrica, solo da gasto y poco dormir. Dicen que los hijos son la alegría de las casas, por favor, vengan a la mía, pasen y vean, a ver si eso es cierto…

- ¿Pones la comida? Tengo prisa.
- Estoy poniendo los platos...
- ¿No comes?
- No, no tengo apetito, estoy tan cansada.
- ¿Y el niño?
- Bien ¿Te gusta?
- Sí, te ha salido rico el cocido este. Así que Mario está durmiendo...
- No.
- ¿...?
- Pues no.
- ¿Entonces?
- La última vez que he visto a tu hijo flotaba en la olla del cocido que te estás comiendo. COMPARTIR:
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UN FULGOR DE AMOR QUE DESPIERTA

I.
Un fulgor de amor que despierta para María, prendido de sus rizos como gotas de agua salada. Ella aún no lo sabe, no pone aquella carita de bobalicona cuando se enamora, ni que ese hombre hermético, que le habla susurrante, logrará encender un paisaje sobre cero.

IX
Nadie. Nada. Baltasar quieto, con un ligero aleteo de nariz, los ojos entrecerrados mientras unas notas de Satie iban desfilando una tras otra por la moqueta. No se oía más. Ya no se oían los perros ladrar, ni el tráfico intenso que circulaba cada mañana. Baltasar encendió un cigarrillo, aspiró lento y fondo, expiró lentas volutas macilentas que se diluían en la noche sin luna ni estrellas. Un ruido metálico irrumpió en la habitación. Se oían ininteligibles dos voces, a lo lejos, como un eco extraviado. Baltasar abrió los ojos y aguzó el oído. El ruido cesó. Más firme ya la paz y más cerrada.

X
Cerró su casa al mundo. Pensaba en Baltasar ¿qué estaría haciendo? ¿Estaría con otra mujer? no importaba. ¿Estaría cenando? ¿Tal vez llorando? En ocasiones, muchas, le asaltaba la idea que Baltasar y ella estaban pensando lo mismo, simultáneamente, lejanamente también.

María se levantó y se acercó a la ventana. Había luces en las ventanas y microscópicas siluetas en movimiento, con sus pesares, sus sueños, sus anhelos. Volvió a pensar en Baltasar y musitó buenas noches. Consintió en su tiniebla sosegada. COMPARTIR:
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EL SOMBRERO ROJO

A la memoria de Mercè Rodoreda

No durmió en toda la noche la elefanta. Recordó cuando era una cría, sus primeras borracheras a los tres años, cuando acudía a los concilios de sabios en su tiempo de asueto, cuando entrenaba su acceso acrobático al circo. Maruchi, su entrenadora y guía, era exigente y tosca pero observaba su pupila que apuntaba maneras talentosas, hasta que Maruchi propuso a papá y mamá que la federasen para competir con otras elefantitas en un torneo muy prestigioso, a lo cual ellos se negaron, por lo que ella abandonó el entreno y sus ilusiones, bajó su rendimiento escolar y se refugió aún más en los concilios de sabios, los enciclopédicos, los miserables, las cortes francesas del siglo XVIII, la Isla de If, Juana de Arco, Salambó y Genoveva de Brabante, la historia de las religiones y la historia de los personajes bíblicos.

Tampoco era su primera decepción. Muy tempranamente, le cortaron por lo sano ir a merendar al cementerio y pintar tumbas y esqueletos en sus dibujos de composición libre. Se preguntaba qué malo había en ello, y porqué los mayores alborotaban escandalizados a lo que ella consideraba trivial ¿No iban los elefantes a morir al cementerio?

Emprendió una carrera a contra corriente. Consistía en hacer cualquier cosa que la alejara del deseo de lo que debería ser y se esperaba de ella: ser una elefantita buena, cariñosa, dócil y que criara bien joven para la continuidad de la especie. Después llegaría la decepción de sus papás, en el fondo no dejaba de ser la preferida pero ella resultaba esquiva a tanto ambiente rancio. Ya no la dejaban asistir a los concilios y los machos, en su manada, habían sido estigmatizados desde que recordaba, era caricaturesco que la aconsejaran que no se fiara nunca de un elefante que llevase trompa en la cara. ¿Existirían machos sin trompa? ¿Dónde se hallarían? aún sonreiría por ello, pero desde luego resultó un acicate para su búsqueda.

Marchó pronto de su hábitat materno siendo hembra, ansiaba conocer otras sabanas, otras charcas, otros concilios de sabios y conocer, sobretodo, machos. Continuó el recorrido de su vida, ora regalada, ora ardua, tuvo apareamientos indiscriminados y nunca se instaló y permaneció por mucho tiempo en una manada. Acumuló viajes y experiencias, saciaba su curiosidad famélica hasta que parió un elefantito menudo y trémulo, Óscar.

Desde que había llegado el nuevo domador la elefanta no conciliaba el sueño con facilidad. El circo estaba revolucionado, los leones andaban alterados, los clows encizañaba entre las caravanas contra los métodos del nuevo domador, los trapecistas daban traspiés, el hombre cañón se emborrachaba más a menudo, la echadora de cartas no acertaba las tiradas y devolvía el dinero, el puesto de nubes de azúcar había cerrado y la Bella Eloísa se había fugado con el chimpancé. Como iba diciendo, la elefanta ahora no dormía, el nuevo domador la había pintado de color blanco indeleble y la exhibía en los números con un sombrerito rojo. Quería huir, desaparecer, desvanecerse, y a la vez permanecer quieta. Temía al nuevo domador pero también la seducía e intrigaba su audacia. Su jaula cada noche, después de la función, se empequeñecía. El nuevo domador la alteraba, una vuelta de tuerca más, sus recuerdos y sus añoranzas eran rugientes, estremecedoras, soñaba con selvas imposibles, y su imposibilidad se materializaba en la mirada cruzada con Óscar, su elefantito.

La vida de circo había convertido a Óscar en un esquifi-elefante, sin recursos ni defensas, sin ambiciones y sin alma aventurera, cuando llegó recién pintada de blanco la mirada de Óscar se volvió sin fondo. ¿Sentiría pena? ¿Sentiría vergüenza de su madre? Óscar masticaba el forraje y miraba su madre, de vez en cuando directamente, casi siempre de soslayo. Sólo de tanto en tanto Óscar hacía leves atisbos de enojo, pero duraban un pestañear de mosca.

Con la llegada del nuevo domador todo había cambiado, su interior escindido, hacia dentro y hacia delante al unísono, se revolvía inquieta en la paja. El resto de elefantes la esquivaban que no se contagiase el color blanco, o se acercaban a ella para convertirla en objeto de chanzas que respondía con una mirada burlona, o con un resoplido y un hermoso panorama de su trasero que siempre rechazó los requiebros y envites de sus colegas del circo.

Pero volvía a Óscar, que no había conocido la sabana, que su longitud de miras no superó nunca más allá de los cincuenta metros, y se preguntaba ¿qué clase de vida era esa para un elefante púber? Ella habría enloquecido, o ya lo estaba, o lo estuvo. Tenía visos de certeza que no podría continuar por mucho tiempo en ese compás tensado y a punto de quebrar, agravándose con una inesperada aparición del celo que creyó haber extraviado antaño.

Era fácil y obsceno que le dijeran que siguiese los dictados de su corazón, su corazón estaba junto a Óscar pero también en algún lugar llamado Cualquier Sitio, yendo y viniendo, asistiendo a concilios de sabios, apareándose indiscriminadamente con machos imprevistos y candidatos a olvidar, entrenándose para alguna competición baldía. Había envejecido, sólo le quedaba su guerrera pintura blanca y su sombrerito rojo, eran tangibles, hirientes, pero tangibles al fin y al cabo. ¿Importaba mucho? Nada la iba a salvar. Nada la salvó.

Su jaula permanece vacía y Óscar dejó su último aliento con la aparición de los primeros cerezos en flor, evocando a su madre y preguntándose qué habría sido de ella, se desvaneció. Quizás vuelva.

Grandes próceres sostienen que los elefantes tienen buena memoria e incluso algún visitante errante cuenta que la ha visto junto a sabios, aunque sea ficción. COMPARTIR:
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ALUMBRANDO

Todo se ha convertido en el plato de macarrones bajo los efectos tardíos del LSD: cuantos más se comen más hay en el plato.

Si escribo ¿cómo y qué hago si lo que vivo extraordinario lo acallo porque no puede ser de otra manera, y la escritura es una metástasis de ello?

Escribe más / Escribiendo más
Esa va a ser tu respuesta ¿coincide?
¿Cómo no voy a estar asustada? COMPARTIR:
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EFECTOS SECUNDARIOS DEL SEXO TÁNTRICO

¿Práxedes R.? Sí, sí recuerdo. Entró en mi consulta educadamente, se sentó en la butaca y rápida y nerviosamente comenzó a detallar los síntomas: náuseas matutinas, pechos doloridos, removimiento de tripas, somnolencia inusitada, mayor sensibilidad olfativa. Me molestó realmente, me molestó que un paciente intentase dirigirme a un diagnóstico sin tener ni media de medicina. Recuerdo que pensé “¡vaya por dios! otro embarazo histérico”. Así que no pude soportar la mirada interrogante de Práxedes y le extendí una orden de analítica de sangre ordinaria: glicemia, colesterol, triglicéridos… y que no volviera por la consulta hasta tener los resultados, sabiendo como funciona la casa pensé que entre una cosa y otra pasaría un mes y medio, a lo que cabía añadir que yo justo habría iniciado mis vacaciones en Begur.

El mismo día que regresé de vacaciones, allí estaba Práxedes, en la sala de espera, era la primera visita. Me hice esperar un buen rato, me puse la bata, di instrucciones diversas a la secretaria y a la enfermera, realicé un par de llamadas personales, hice pasar al comercial de los laboratorios que más …, hasta que “bueno, que pase la primera visita”. Práxedes sacó de la bolsa del Mercadona las analíticas y carraspeando añadió que los síntomas persistían e incluso había alguno a añadir ¡lo que faltaba! en la primera micción matutina se tiraba más pedos de lo acostumbrado, ya no eran dos, eran de cuatro a cinco, y cuando pasaba al lado de la churrería del barrio el olor le resultaba insoportable, le provocaba arcadas y que, por lo general, vomitaba en el alcorque del primer árbol pasada la churrería.

Ojeé los resultados de la analítica y todo estaba correcto, así que le dije: mire Práxedes, todo está bien, podemos hacer alguna prueba más pero puede ser estrés... Su petición me sorprendió, que le hiciera una prueba de embarazo, meneé la cabeza pero intuí que Práxedes no saldría de mi consulta sin el volante de la prueba de embarazo, así que desistí de discutir lo absurdo de la situación y se la expendí.

Al cabo de la semana apareció Práxedes, con una sonrisa radiante, felicísima y me espetó con tono entre risueño y rintintinoso “doctor, estoy embarazado”. Le quité de un zarpazo el papel de la mano, efectivamente aparecía “Positivo” en hCG. Inaudito. Y continuó Práxedes: lo ve doctor yo estaba en lo cierto, estoy embarazado. Aclaré la voz y contesté: Práxedes, es que no es normal ¿un hombre embarazado? ¿cómo…? ¿cómo…? ¿y el padre…? No, no hay tal padre, me contestó Práxedes. Mire Práxedes no me tome el pelo, ahora no vendrá con sandeces del tipo por obra y gracia de dios. Le digo que no. Entonces... ¿se ha inseminado... y cómo...? No hombre, que no. Pues dígame… Repentinamente mudó el color de la cara y preguntó: ¿por dónde voy a parir? COMPARTIR:
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MATERNIDADES

POEMA 12
Oliverio Girondo (Espantapájaros, 1932)

Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan, se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehúyen, se evaden y se entregan. COMPARTIR:
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ALUMBRANDO

Cuando contaba yo con dieciseis años la abuela se suició. Se dijo que era la mujer más cobarde del mundo. Y sin cordura. No era cierto, mi abuela no. No es cierto ahora, pero se admite que se sustrajo de lo que se sustrajo. Los trapos sucios no se lavaban en casa, se lavaban en la alcoba.

Silencio, silencio. No despertemos los muertos de debajo la alfombra. COMPARTIR:
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NOCHE DE REYES

- Sí quiero.
Así de firme se desposaba María con Joaquín. Al cabo de unos años, durante la Guerra Civil, el día de Epifanía, María alzó el dedo contra su marido:
- Ese es rojo.

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Ramiro vio a su padre encarcelado, un pobre y miserable hombre curtido en los viñedos y cuyo delito era no poseer ni una alpargata. Joaquín salió del penal un día de Epifanía. Lo tenía todo previsto. Había tallado para Ramiro una pistolita de madera.

Ramiro decidió que no se volvería a celebrar esa festividad en su casa. Los Reyes Magos pasaban de largo por encima de los zapatitos de Gloria, que obstinada y perpleja dejaba cada año.

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Pero hoy no. Gloria -la noche anterior- había puesto sus zapatos rojos al pie del balcón, al lado de la chimenea, junto a los de su marido, no así los patucos que guardó entrado el otoño en el desván de nunca jamás. Dejó al lado de los dos pares de zapatos turrón, barquillos y cava para los Reyes Magos y sendos pajes, también mendrugos de pan seco, zanahorias y agua para los camellos.

Su abuelo, desde el marco de alpaca, le guiña un ojo. COMPARTIR:
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ALUMBRANDO

Tener amigos, compañeros, parejas, amantes, conocidos ¿cuándo tendremos la certeza que quienes nos importan, de verdad, son los confidentes, los cómplices, los reconocidos, los espejismos y los reflejos? COMPARTIR:
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NÚM. 2806: PARIDORA OBSOLETA

Annette dejó la bolsa y el paraguas en la silla, al lado de una de las ventanas que se abría al lago Vévey coronado de montañas nevadas que, al mediodía, resplandecía diamantes que se elevaban hasta deslumbrar. Este reuma me matará, una sopa, quiero una sopa bien caliente y espesa, veamos qué hay para elegir, no hay demasiada cosa, no, no hay como comer en casa, sí, ésta de pollo, me irá bien para los huesos, y más con la humedad que cae. Annette rinco-ranco llevó el plato de sopa a la mesa. No sé dónde tengo la cabeza, los años te juegan malas pasadas Annette, la cuchara, no tengo cuchara, y ya me dirás cómo tomo la sopa sin cuchara, estas piernas, ay estas piernas que me matan, pero, pero, qué hace ese desvergonzado, ¡sinvergüenza! ¡se está comiendo mi sopa! y míralo fresco como una rosa, negro tenía que ser el delincuente, Annette, ánimo que se va a enterar... Annette se sentó delante del comedor-de-sopas-ajenas y sin mediar palabra comenzó a comer sopa del mismo plato que el hombre, con un hambre y una furia que dejaba el alma, aquella era su Revolución silenciosa y singular que sin duda haría que aquel ladrón-de-sopas-de-ancianas se percatase que cometía el peor crimen de la tierra. El comedor-de-sopas come que comerás sin inmutarse, Annette lo asesinaba con la mirada, pero el fresco continuaba comiendo sin pestañear. El plato de sopa se vació, el descarado se levantó y se despidió de Annette, adiós señora. Annette estaba al borde de chillar, policía, policía, el jeta se mofaba de sus canas. Annette había perdido el apetito y solo deseaba volver a casa, darle de comer a su pobre Miu-miu, pobrecillo tan cariñoso y tan viejito, no dejaré que ningún gato se beba tu lechita. Se levantó con esfuerzo y apoyándose al respaldo de la silla buscó, dios, el bolso, el paraguas, me los han robado, ay señor, tengo la negra, las llaves de casa estaban en el bolso ¡Agente! ¿dónde hay un agente? Miu-miu no sufras que Annette ahora viene ¡agente! ¡agente! nunca están cuando los necesitas, pero, pero, aquel bolso de ahí, aquel paraguas, aquella sopa encima de la mesa, parecen los míos. Annette con un cohete en las piernas-carquiñolis se acercó dos mesas más allá de donde estaba. Mi Bolsa, Mi Paraguas, Mi Sopa, entonces ¿la sopa que he comido...? ay pobre señor, qué bien educado, habrá pensado que chocheo, seguro. COMPARTIR:
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