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CONCIBIENDO A JESÚS

"¿Qué pasa? No pasa nada, como le respondió la virgen al carpintero cuando éste le preguntó por qué se abultaba su vientre."
Amos Oz

Una estancia sobria y pulcra. A la izquierda un ventanuco que filtra los rayos de un mediodía del mes de marzo, cerca de la ventana una muchacha borda con hilo de plata. En el centro una mesa rústica y dos banquetas, y a la derecha un hogar apagado y una puerta.

ESPÍRITU SANTO (entrando por el hogar): Ave María.
MARÍA (sobresaltada): Sin pecado concebida. ¿Quién eres?
ESPÍRITU SANTO: El Espíritu Santo y vengo a anunciarte una gran alegría.
MARÍA: Tendrás que volver más tarde, estoy esperando al arcángel San Gabriel.
ESPÍRITU SANTO: No vendrá, vengo yo en su lugar a anunciarte un mandato divino.
MARÍA: Si es así, siéntate. ¿Qué se te ofrece? ¿una jarra de vino y unas aceitunas?
ESPÍRITU SANTO: Sí, me vendría bien, estoy algo nervioso…

María desaparece por la única puerta y vuelve a aparecer con dos jarritas de barro y un platillo de aceitunas muertas.

ESPÍRITU SANTO: Gracias María, estás bordando...
MARÍA: Sí, pero preferiría que fueras al grano, tengo mucho quehacer todavía.
ESPÍRITU SANTO: Sí, sí, claro, disculpa. He de anunciarte que serás la madre del Mesías por obra y gracia del Señor.
MARÍA: Oh ¿y eso por qué? ¿por qué tan alto honor?
ESPÍRITU SANTO: Por tu pureza, virginalidad y belleza de alma.
MARÍA: Me preocupan dos cosas...
ESPÍRITU SANTO: Manifiesta tus cuitas, María.
MARÍA: Estoy prometida a José, el carpintero del pueblo, que es un hombre de bien y manso pero también bravo y eso que me embarace de otro… no sé… ¿le podrías escribir una misiva del mandato divino? Y la segunda cosa es ¿cómo lo haríamos? porque la madre de Dios, tengo entendido que ha de ser virgen.
ESPÍRITU SANTO (carraspea): ¿No lo eres?
MARÍA: ¿Ser qué?
ESPÍRITU SANTO: Ya sabes, virgen…
MARÍA: Espíritu Santo, tu duda ofende. Me refería en cómo se haría la concepción sin perder la virginidad.
ESPÍRITU SANTO (gesto de alivio): Me alegra oirte. A por el cómo, el Señor me ha dado un manual de instrucciones… (Se sonroja).
MARÍA: Me parece bien, pero no has contestado sobre la misiva a José…
ESPÍRITU SANTO: Lo consultaré, no te preocupes, que aún hay unos cuatro meses para escribir la misiva.
MARÍA: Bien, ¿y ahora qué? ¿Llevará mucho tiempo?
ESPÍRITU SANTO (yugular hinchada): Espera, miraré qué dice el manual. (Lee en voz alta) “Uno. Se desnudan ambos y se acuestan uno al lado del otro. Dos. El varón tiene una protuberancia que ha de introducir en un orificio de la hembra.”
MARÍA: ¿Eso es todo lo que hay que hacer?
ESPÍRITU SANTO: Sí, aquí no dice nada más… (Tartamudeando) ¿Y si nos vamos desnudando…?
MARÍA: Espera, vayamos a la otra estancia, aquí podría entrar alguien…

En la otra estancia hay un camastro rudimentario, el habitáculo está en penumbra, es un lugar fresco y limpio. Al lado del camastro hay una mesilla con una vela. Los protagonistas están desnudos frente a frente inspeccionándose y señalándose diferentes partes del cuerpo.

ESPÍRITU SANTO: María ¿tú sabes qué orificio es...? he contado once.
MARÍA: No sé muy bien, no. Y tú, ¿la protuberancia? tienes veinticuatro.
ESPÍRITU SANTO: ¿Tantas?
MARÍA: Sí, pero no tienes tres que tiene José.
ESPÍRITU SANTO: ¿…?
MARÍA: Sí, hombre, José tiene en la entrepierna tres, dos que son como huevillos de gallina quica y en medio un dedito que crece y crece…
ESPÍRITU SANTO: María, me habías dicho que eras virgen y que no conocías carnalmente varón alguno…
MARÍA (enojada): ¡Y lo soy! José es un hombre muy cariñoso y me acaricia y yo le acaricio a él, y ¡muy castamente! sólo le acaricio con las manos y la boca.
ESPÍRITU SANTO: Disculpa, no quería ofender… sí, ya veo que eres virgen. Vamos tontina, que no hay para ponerse así, podemos ir probando protuberancia por orificio… en las instrucciones no se especifica más…
MARÍA: Todo sea por el mandato divino y la posteridad. ¿Por cuáles empezamos?

Hacen diversas probaturas: nariz en el ojo derecho, pulgar en la oreja derecha, meñique del pié por la oreja izquierda, oreja derecha en el ombligo, pulgar del pié en la boca…

ESPÍRITU SANTO: ¿Notas algo? ¿Te sientes embarazada ya?
MARÍA: No, nada. ¿Estás seguro que lo hacemos bien?
ESPÍRITU SANTO: No. Quizás es mejor que lo consulte. Espera aquí que ahora regreso.

El Espíritu Santo sale de la estancia y al cabo de unos minutos regresa con una expresión feliz.

ESPÍRITU SANTO: ¡Eureka! ¡viva Arquímedes! ¡viva el Señor! y ¡viva la madre que me parió!
MARÍA: Vienes contento, Espiri, si me permites la familiaridad...
ESPÍRITU SANTO: Sí, se han reunido las divinidades celestiales y después de dilucidar el caso me han dado esto (muestra una medalla de oro), la mejor solución para que no se polemice sobre mácula alguna.
MARÍA: ¿Un regalo para mí?
ESPÍRITU SANTO: No María, como sois las mujeres de materialistas… En la medallita hay una señora con un bebé, el bebé es Jesús. Me han dicho que has de tragarte la medallita y así el niño ya estará dentro.
MARÍA: ¿Y qué pasa con la señora? porque también quedará dentro.
ESPÍRITU SANTO: Me gusta que hagas esa pregunta, la he previsto, y me han contestado que tendrás que esperar hasta el Concilio del Vaticano II para que la señora ascienda oficialmente a los cielos.
MARÍA: ¿¡Me estás diciendo que llevaré a la mujer de la medalla durante mil novecientos sesenta y seis años dentro!?
ESPÍRITU SANTO (signos de inquietud): Sí, más o menos. COMPARTIR:
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